Para entender la nueva visibilidad de lo indígena, es conveniente hacer una aproximación sobre políticas de identidad que conceptualice la identidad no como una “esencia” sino como un “posicionamiento”. Desde una perspectiva histórica, debe aclararse que conceptos como: “indígena”, “indio” o “aborigen” son una invención colonial. La categoría general ”indio” no dice nada acerca del significante; al contrario, debe ser concebida como un espejo, una suerte de rompecabezas de imágenes negativas de auto identificaciones blancas y occidentales. Los “indios” eran vistos como tradicionales, pasivos, retrógrados o insignificantes, mientras que los conquistadores españoles y los colonos británicos se auto identificaban como modernos, progresistas, activos y educados. Indígena / indio / nativo es una categoría multi-étnica que permite un rango extenso de auto-adscripciones y adscripciones por otros. Esto también es revelado en estadísticas. De hecho, se estima que en América Latina, el 10 por ciento de la población es indígena. Sin embargo, una vista más detallada demuestra la dimensión política de la demografía. En Ecuador, las estimaciones de la población indígena en 1991 difieren dependiendo del punto de vista político y van desde menos del 10 por ciento hasta más del 40 por ciento. En Chile los datos oficiales acerca de la relativa proporción de la población indígena disminuyeron la mitad en una década.
Para analizar las políticas de identidad de movimientos indígenas, son útiles las aproximaciones político-culturales – como las que surgieron en la década de 1990 dentro de la teoría de movimientos sociales (Álvarez et al, 2004: 7-30). Primero, ellas enfatizan que los movimientos sociales se constituyen a si mismos desde un entorno político–cultural con prácticas y discursos cotidianos específicos. Eso quiere decir que los movimientos sociales no pueden ser deducidos desde factores externos y tampoco están enraizados en identidades pre-existentes. En este sentido, la identidad colectiva no está fija, sino está posicionada en un campo de fuerzas. Segundo, también la definición de “político” como un blanco de las acciones de los movimientos sociales no está fija. Al contrario, los movimientos sociales redefinen lo que puede ser considerado como político, de forma que los aspectos adicionales excluidos puedan ser politizados.
Las estrategias e imaginarios político-culturales de los movimientos sociales están situados en contextos sociales que son el resultado de luchas sociales pasadas. En la teoría de movimientos sociales este aspecto es considerado en las aproximaciones del contexto político o estructura de oportunidad política. Estas argumentan que los movimientos sociales surgen y actuan en un medio ambiente social que favorece o perjudica la representación y que puede ser solamente influenciado por su acciones en una extensión limitada.
Debemos resaltar que las sociedades americanas, incluso luego de la independencia, se caracterizan por la longue durée colonial y la exclusión de la población indígena. Hasta el comienzo del siglo XX los canales de mediación política no existían, de tal manera que ellos estaban condenados a un “enmudecimiento subalterno” (Kaltmeier, 2009).
En América Latina la emergencia de los movimientos socialistas y comunistas a comienzos del siglo XX ofrecieron nuevas posibilidades para alianzas interétnicas que articularon – en efecto, las demandas étnicas no eran centrales – reclamos importantes de la población indígena rural. Especialmente en los Andes emergieron fuertes movimientos indígenas campesinos que tuvieron la capacidad organizacional de lograr la conformación de una agenda nacional y promover el proceso de construcción de identidades colectivas. A escala nacional las organizaciones de movimientos sociales encuadraron las experiencias locales fragmentadas de discriminación y explotación dentro del marco mismo de la nación. Debido a la alta concentración de población indígena en la sierra de los Andes y la estructura histórica de explotación en un sistema de colonialismo interno basado en haciendas y minas, existió una fuerte articulación de demandas e identificaciones étnicas y clasistas. Paralelamente a la creciente influencia de las alas socialistas y comunistas emergió el indigenismo, inicialmente dentro de un contexto inter-americano al comienzo del siglo XX en México. Ellos colocaron lo indígena en el centro de la comunidad nacional imaginada, apuntando a un profundo proceso de asimilación en el nombre del mestizaje. Por el contrario, en los paises andinos el indigenismo tomó una dirección clasista bajo la influencia del marxista peruano José Carlos Mariátegui. A mediados del siglo XX pudieron establecerse sistemas estado-centristas que mediaron los intereses indígenas a menudo en el contexto de movilizaciones populares revolucionarias como en México y Bolivia.
En Estados Unidos, donde las políticas de terminación amenazaron la existencia de las tribus indias como comunidades distintas desde mediados de 1940 en adelante, comenzó a formarse un consenso inter-tribal y se dio el primer Congreso Nacional de Indios Americanos en 1944. En los años 60s las políticas de identidad étnica alcanzaron su clímax con alianzas temporales entre activistas de derechos civiles indígenas, afroamericanos y chicanos. No obstante, las organizaciones indígenas no abandonaron sus reclamos por un estatus especial debido a su condición de “habitantes originales”. La retórica del poder rojo culminó en la fundación del Movimiento Indígena Americano en 1968 y los eventos de protestas sucesivas que capturaron la atención de los medios a nivel mundial, tales como la ocupación de Alcatraz (1968) y Wounded Knee (1973).
Simultáneamente, en los años 60s y 70s la lucha por redistribución en América Latina alcanzó su punto máximo con las movilizaciones a favor de una reforma agraria. Sin embargo, en el contexto de la Alianza del Progreso promocionada por los EEUU, la mayoría de las reformas agrarias logradas siguieron el camino de la modernización capitalista. El movimiento latinoamericano en búsqueda de cambios revolucionarios incluyó a movimientos indígenas y de bases indígenas como por ejemplo el movimiento de Hugo Blanco en Perú o el MCR en Chile, mismo que fue detenido por el golpe de estado en contra de Salvador Allende y la subsiguiente instalación de dictaduras militares y regímenes autoritarios en casi la totalidad del subcontinente.
Luego de esta forzosa ruptura del ciclo de movilizaciones de base clasista en todo el hemisferio es posible constatar la emergencia de nuevos movimientos indígenas con una auto identificación étnica más fuerte. La “politización de la cuestión étnica” alcanzó un punto de quiebre en Ecuador en 1990 y el movimiento hemisférico indígena de protesta en contra de los 500 años de la conquista en 1992. Consecuentemente, en esta década se pueden observar algunos cambios constitucionales que reconocen los derechos culturales específicos de los pueblos indígenas en países como Colombia (1991), Perú (1993), Bolivia (1994), Ecuador (1998) y Venezuela (1999). Adicionalmente, la convención 169 de la OIT, la cual reconoce derechos culturales y la autonomía limitada de los pueblos indígenas, fue firmada por casi todos los gobiernos de América Latina: Colombia (1991), Bolivia (1991), Perú (1994), Guatemala (1996), Ecuador (1998), Brasil (2002) y Venezuela (20002), mientras que no ha sido ratificada ni por EEUU ni por Canadá. No obstante, estas políticas de reconocimiento por parte de los respectivos Estados se dieron durante el auge de las políticas neoliberales, mismas que agravaron las desigualdades socioeconómicas en la región. Es notable que las demandas indígenas por reconocimiento cultural fueran cumplidas parcialmente, mientras que las demandas por justicia social y redistribución de riqueza eran ignoradas. Más aún, los pueblos indígenas fueron gravemente afectados por el acelerado proceso de acumulación de cara a la explotación de recursos naturales (madera, minerales, agua) y la expropiación de propiedad intelectual indígena. A finales de la década de los 90s se puede notar un mayor proceso de institucionalización de los movimientos indígenas que también encuentra expresión en la fundación de partidos políticos indígenas o de base indígena en países como Ecuador, Bolivia, Colombia, Perú, Guatemala y Canadá.
Para alcanzar un nivel de institucionalidad políticosupranacional, los movimientos indígenas comenzaron a organizarse más allá de los estados-nación. Ya en los años 70s el Consejo Mundial de Pueblos Indígenas y el Consejo Internacional de Tratados Indios fueron acreditados como representantes internacionales por los pueblos indígenas ante las Naciones Unidas y fueron incluidas en la categoría de ONGs. Además, se fundó la COICA y el CISA en la década de los 80s para coordinar las actividades internacionales de organizaciones indígenas en Sudamérica. La internacionalización de las demandas indígenas ha sido impulsada por nuevas alianzas con el crecimiento de movimientos por los derechos ecológicos y humanos en el hemisferio occidental, algunos de ellos especializados – o al menos con énfasis en – campañas por los pueblos indígenas (IWGIA, Cultural Survival, Survival International, Sociedad por los Pueblos Amenazados). Las demandas globales del movimiento ecológico, tales como el desarrollo sostenible, fueron articualdas con la acción local de los pueblos indígenas, retratados como “guardianes de la tierra”. Este proceso culminó en la Cumbre de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y Desarrollo en Rio de Janeiro en 1992. De cara a la presión política de los movimientos indígenas y sus aliados, en especial las ONGs, comenzó una coyuntura internacional que encontró su expresión en el Año de las Naciones Unidas para los Pueblos Indígenas en 1993, la Década de las Naciones Unidas por los Puelos Indígenas (1995-2004 y 2005-2015), en normas y convenciones internacionales (Convención OIT 169 en 1989; La Declaración de las Naciones Unidas para los Derechos de los Pueblos Indígenas en 2007), así como en foros supranacionales como el Grupo de Trabajo de las Naciones Unidas por las Poblaciones Indígenas (1998-2006) o el Foro Permanente de Asuntos Indígenas (desde 2002). Estas redes globales han dado forma a una nueva identificación transnacional de “Pan-Indigenismo” (Bengoa, 2007: 138). Por otro lado, el movimiento Zapatista y su poco ortodoxa “guerrilla mediática” originó una alianza transnacional multi-étnica en contra del neoliberalismo global, lo cual se convirtió en una de las piedras angulares para un emergente movimiento anti-globalización.
A finales de los años 90s la legitimidad política de los regímenes neoliberales en América Latina se erosionó de forma dramática. Los movimientos indígenas han sido cruciales para la articulación de, no solo protesta indígena, sino de protesta popular. Este es, ciertamente, el caso del levantamiento indígena en México, liderado por el EZLN en el año de 1994. En países andinos como Ecuador y Bolivia, los movimientos indígenas incluso fueron decisivos para la subida al poder de gobiernos de izquierda alternativos como los de Evo Morales y Rafael Correa.
¹ Los datos demográficos de los años 2000 a 2003 en países de América Latina se basa en diferentes censos y estimaciones (Sabine Speiser & Cristoph Kohl: Apendice1: Überblick: Indigene Bevölkerung in den Staaten Lateinamerikas und der Karibik, en: GTZ (Eds.): Indigene Völker in Lateinamerika und Entwicklungszusammenarbeit. Eschborn 2004. Los datos en materia de pobreza estan basados en: George Psacharopoulos / Harry Patrinos (Eds.): Indigenous People and Poverty in Latin America, World Bank, Washington 1994 y Valenzuela, Rodrigo: Situación de los Pueblos Indígenas en Chile. Análisis de la Encuesta CASEN 1996, Santiago 1998. Los datos de Canadá estan basados en el Censo Oficial de 2006, los datos de EEUU en el Censo Official de 2000.
Olaf Kaltmeier y Jochen Kemner
Favor citar como:
Kaltmeier, Olaf and Jochen Kemner. 2012. “Movimientos Indígenas.” InterAmerican Wiki: Terms - Concepts - Critical Perspectives. https://uni-bielefeld.de/einrichtungen/cias/wiki/i/indigenous-movements.xml.
Alvarez, Sonia; Evelina Dagnino; Arturo Escobar. 2004. "Kultur und Politik in Sozialen Bewegungen Lateinamerikas", in: Olaf Kaltmeier, Jens Kastner, Elisabeth Tuider (Eds.): Neoliberalismus − Autonomie − Widerstand. Analysen Sozialer Bewegungen in Lateinamerika. Münster: Westfälisches Dampfboot, pp. 31-59.
Bengoa, José. 2007. La emergencia indígena en América Latina, México: Fondo de Cultura Económica.
Brysk, Alison. 2001. From tribal village to global village: Indian rights and international relations in Latin America, Stanford: Stanford University Press.
GTZ (Ed.). 2004. Indigene Völker in Latinamerika und Entwicklungszusammenarbeit. Eschborn 2004.
Kaltmeier, Olaf. 2009. "Das Land neu gründen: Gesellschaftliche Kontexte, politische Kulturen und indigene Bewegungen in Südamerika". In: Mittag, Jürgen & Ismar Georg (Eds.): El pueblo unido? Soziale Bewegungen und politischer Protest in der Geschichte Lateinamerikas. Münster: Westf. Dampfboot; pp. 339-364.
Wilmer, Franke. 1993. The indigenous voice in world politics. Since time immemorial, Newbury Park: Sage Publications.
Van Cott, Donna Lee. 2005. From movements to parties in Latin America. The evolution of ethnic politics, New York: Cambridge University Press.
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